Acompañante silencioso
En estos tiempos de libre expresión, pensamiento y elección, no hay tema que pueda ser considerado prohibido. Por eso aquí le damos un rapid review a la historia de uno de los inventos humanos que más satisfacciones ha dado a más de uno.
Ahora que ya no vivimos en los tiempos de la abuelita, casi ningún tema de conversación es considerado un tabú. Se puede hablar de todo y también hacer de todo. En una conversación cara a cara, en el chat, e-mail, las cartas, en la calle, la gente se refiere al sexo con todas sus letras, utilizando cada término vinculado al cuerpo humano con todas sus letras.
Pero hay algo en particular del que se habla con demasiada sutileza, haciendo uso de eufemismos como juguetitos, prótesis, complementos, vibradores, masajeadores y un largo etcétera... cuando de lo que se trata es, simplemente, de los consoladores.
Y pensar que el uso de estos ingeniosos aparatos proviene de tiempos bastante remotos. No es una broma, de la América precolombina existe el glorioso testimonio de una colección de vasijas con motivos de ritos sexuales. Y entre ellas las hay algunas con asas que presentan una prominente forma fálica, de lo cual sospechamos que más de un inca debe haberse dado un placer íntimo bastante efectivo.
Los consoladores parecen haber tenido activa presencia y una gran demanda en todas las épocas. Su uso fue tal que en algunas revistas de la Inglaterra victoriana, los ofertantes hacían una atractiva publicidad en la que se los mostraba con el eslogan de "la llave de la salud, el vigor y la belleza". E incluso los médicos recomendaban aliviar con ellos la ansiedad de ciertos pacientes insatisfechos que, ávidos de obtener un orgasmo, se valían de una pequeña ayudita plástica. Se conoce de un consolador patentado en 1869 por un médico estadounidense que funcionaba nada menos que ¡a vapor!
Fue precisamente la revolución sexual de los años 60' la que convirtió a los consoladores en un producto del pecado debido a la voz censuradora de la iglesia. No podía ser de otro modo, pues todo lo que esté asociado al auto-erotismo o masturbación es de por sí un paso más para la condena del hombre que busca su propio goce. Sin embargo, a pesar de los límites impuestos por la religión, los convencionalismos y prejuicios morales, las estadísticas confirman que, -contra viento y marea-, todavía son usados por el 40% de la población sexualmente activa con formación media y superior.
Actualmente la historia completa del sexo mecánico se exhibe para el conocimiento visual de los ávidos espectadores en las vitrinas del museo-tienda del consolador-vibrador, Good Vibrations, en San Francisco, USA. Por el momento sólo para el gusto de los norteamericanos, aunque no sería mala idea que realicen una muestra itinerante por todo el mundo.
En los sex-shops las estanterías están repletas de ellos. Los hay de los diseños más locos, extravagantes y originales, de las formas más inimaginables. Se producen teniendo en cuenta todo tipo de sensibilidad, por eso los encontramos imitando piel, metálicos, plásticos, de caucho, látex o siliconados. Y, por supuesto, abundan los tamaños, colores, texturas y usos. Para los más especializados existen con o sin testículos, pelos, bombas eyaculatorias, vibraciones, movimientos mecanizados, cabezas rotativas, doble cabeza, arneses, temperaturas variables, saborizados, inflables y un larguísimo etcétera. Con el avance de la tecnología llegó el sistema de compra por internet, por teléfono, avisos en diarios, revistas.
Y aunque la utilización del consolador sea tan difundida nunca se podrá enseñar su verdadero uso en la empaquetadura, debido a que todavía subsiste eso de que nadie se entere.
Como vemos, el consolador siempre estuvo presente en la práctica sexual humana sea ésta hetero, bi, gay, solitaria, en pareja, grupal y demás preferencias. No hace preguntas, no molesta, no es infiel, no ronca...y lo que es mejor: brinda el mayor deleite íntimo. Pero como nada es perfecto en esta vida nunca le oirás decir "te quiero" como cuando te acuestas con tu pareja en la cama.
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