Algo para ti mismo
Porque en primer, segundo y tercer lugar estamos nosotros. Y bien que nos lo merecemos.
Quizá eres uno de aquellos integrantes del club de los corazones solitarios que la pasó sin más compañía que la tuya el famoso día de los enamorados, o de repente estás solo desde hace muchas lunas, tantas que ya te cansaste de contarlas mirando el cielo. ‘¿Mala suerte, costumbre, desilusión, experiencias negativas? ¿Qué puede ser?’, te preguntas. No le aciertas a ninguno en el amor y caes en la cuenta que no es lo tuyo y por poco no te pones a cantar la canción: Yo no nací para amar, nadie nació para mí… Y no pensaste que a veces la soledad es una buena compañera cuando sabemos llevarla con beneplácito.
Te preguntarás cómo sacar provecho de todo ello. Empecemos por esto: ¿no has pensado en darte algo? ¿Mimarte, satisfacer un gusto, nada más que para ti? Estar un tiempo de tu vida contigo mismo puede ayudarte a priorizar tus cosas, a reorientar tus planes; y a darte sobre todo un respiro, después de tantas relaciones que en lugar de proporcionarte calma sólo trajo zozobra e inestabilidad emocional a tu corazón y a tu mente. Claro, la cuestión más importante es que hayas aprendido con aquellas experiencias a las que bien vendría no calificarla de positivas o negativas; sino simplemente dejarlas como un proceso de exploración inevitable.
Además puedes muy bien gozar de los beneficios que trae el estar libre y sin compromiso, felizmente soltero, cero presiones y con el tiempo disponible no para marcar tarjeta sino para hacer aquellas cosas que te plazcan y punto. En primer lugar no tendrás a nadie pidiéndote la cuenta de lo que hiciste o dejaste de hacer cada día y cada noche como si estuvieras delante del cura dispuesto a confesar tus pecadillos; tampoco tendrás que aguantar intromisiones en tu intimidad; mucho menos que dispongan de tus cosas, de tus emociones y de tus sentimientos.
O sea, que estarás de lo más tranquilo como un ángel en el paraíso. Ahora sólo pon tu mente a trabajar un poco y verás cómo la imaginación y la creatividad salen totalmente a flote para empezar a construir la envidiable agenda de un gay que busca divertirse al máximo lejos de cualquier romance ladilla.
He aquí lo que te propongo: footing por las mañanas para perder esos cuantos kilos de peso y poder decir ‘espejito, espejito, ¿quién es el más bonito?!; una caminata por el parque de tu casa como para que te oxigenes el cerebro y no pienses en cuestiones negativas; una velada romanticona con velas, música y ambiente propicio en la que puedas tomarte el vino a tus anchas y comer esa cena baja en calorías que te hará sentir bastante sano (salvo que quieras adelantarte al pavo de navidad).
Luego llega el baile con tu música favorita en la que no debe faltar, por supuesto, una de los íconos George Michael o Madonna (y a moverlo hasta el cansancio, ya sabes: el cuerpo). Tras el disfrute llega el descanso obligatorio en tu sala con video cómico incluido, pues de lo que se trata es que te rías a mandíbula batiente y aflore la felicidad. Acto seguido y antes de irte a la camita tienes que tomar un buen y relajante baño de agua caliente que distienda tus músculos (podrías agregarle aroma de rosas y jazmín).
Y para hacer una noche completa y feliz tírate a la cama y duerme ocho horas en los brazos de Morfeo. Verás que al día siguiente tu cuerpo se levantará completamente renovado y listo para volver a la faena. Hasta que no tengas a nadie que valga la pena junto a ti, ésta puede ser una buena receta para regalarle a nuestra mente, cuerpo y corazón unos momentos de gratitud y de amor propio.
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