Castigan homofobia en España


Condenan a 15 años de prisión a un joven que mató a otro... sólo porque pensó que era gay.

Una vez más la intolerancia se impuso el pasado 15 de setiembre del 2001, dejando consigo otra crónica de sangre en el año que ya se nos fue. Nada hacía presagiar que la inocente caminata de un joven de 24 años por las calles de la provincia de Santander (España) terminaría convertida en una absurda tragedia cuando Nicolás G.E de 21 años lo atacó de manera sorpresiva propinándole golpes que terminaron siendo mortales.  

 Los hechos registran que, de forma alevosa y brutal, el homicida cogió de sorpresa a su víctima en la confluencia de las calles Emilio Pino con Ruamayor. Enseguida, lo primero que hizo fue tirarlo al suelo con una patada dejándolo inconsciente y sangrando por la boca. Acto seguido, no satisfecho con ello, el asesino se dirigió a una obra en construcción cercana de donde sacó un tablón de madera de 150 centímetros de largo por 15 de ancho, con el cual golpeó repetidamente en la cabeza del infortunado. 

Sólo la intervención de un policía motorizado que hacía su acostumbrada ronda vespertina por la zona evitó que el asesino consumara el delito en plena vía pública reduciendo al agresor en pocos minutos. De inmediato, pidió la presencia de una ambulancia que condujo a S. J. J a un hospital de la localidad al que ingresó con un severo traumatismo encéfalo-craneano. Sin embargo, tras una delicada operación y después de permanecer bajo cuidados intensivos por 11 días, murió debido a las graves lesiones.

El juicio no se hizo esperar y en medio de una exhaustiva investigación que duró cerca de tres meses, con todos sus avances y retrocesos, la fiscalía presentó las pruebas contundentes sobre la culpabilidad de Nicolás G.E. En un veredicto unánime, ocho de los nueve miembros del Jurado Popular -encargado de emitir la sentencia- consideró probado que el acusado era consciente de lo que estaba realizando y "quería causar la muerte de la víctima o era indiferente a la elevadísima probabilidad de que ésta ocurriese". La sentencia: 15 años de prisión efectiva dictaminados por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Santander que llegó a éste resultado basaba en el propio testimonio del acusado, que reconoció los hechos, en los relatos de los testigos, que los confirmaron, y en las pruebas e informes periciales. 

Además el Jurado, dentro de las causas modificativas de responsabilidad, encontró que el procesado atacó a la víctima porque pensaba que era gay.  Igualmente por unanimidad concluyó que el ataque fue "súbito e inesperado, tratando de asegurar la ejecución y dejando a la víctima sin defensa" demostrándose así su intención de matar. Y es que está visto que no era otro el propósito del insano y descontrolado hombre. Al cual el Jurado calificó también de levemente afectado en su capacidad para comprender el alcance de los actos y controlar sus impulsos. 

Esta última apreciación se justifica debido a que no se determinó durante el proceso penal si el acusado procedió bajo el efecto de drogas o quizá algún síndrome de abstinencia. No obstante, los miembros del Tribunal rechazaron que el acusado no tuviera el propósito de causar la muerte de la víctima o que no considerase que sus actos violentos desencadenarían el fallecimiento. Asimismo, rechazaron contundentemente que el incriminado procediera sin conciencia de lo que estaba haciendo. 

El condenado que a estas horas debe estar purgando su pena en la cárcel y ojalá  reflexionado sobre lo que le costó su homofobia tendrá que indemnizar con 15 millones de pesetas (8 millones de dólares) a los herederos legales de la víctima y con 3 millones de pesetas (17 mil dólares) al Hospital Valdecilla por los gastos médicos ocasionados. Un castigo por partida doble para este homicida que en ningún momento demostró piedad o pena hacia su víctima mucho menos arrepentimiento por su crimen.

Al final la justicia llegó con todo el peso de la ley dictaminándose una condena ejemplar contra quien fue no sólo juzgado por delito de asesinato con el agravante de alevosía sino también por el de abierta discriminación sexual, puesto que el acusado afirmó con todas sus letras que acometió contra su víctima debido a que lo creyó homosexual. No cabe duda que a pesar de los vientos de apertura a nivel mundial todavía campea la homofobia allí donde uno menos espera. 


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